Mucho más que vigas

Mucho más que vigas

El hierro y más tarde el acero, irrumpieron en el siglo XIX dando lugar al nacimiento de una nueva arquitectura. Se convirtieron en  protagonistas a partir de la Revolución Industrial y llegaron a su auge con la producción estandarizada de piezas. A finales del s. XVIII Boulton y Watt  introdujeron la viga en T invertida, una contribución muy importante que llevó a nuevas investigaciones a partir de 1826 en Inglaterra y Francia y cuya primera consecuencia fue la aparición de la viga en doble T en 1836, que reemplazaría a la madera y revolucionaría la industria de la construcción creando las bases de la fabricación de piezas en serie.

Un perfil doble T (o perfil I o H) es un perfil laminado o armado que se crea en caliente y cuya sección transversal está formada por dos alas y un alma de unión entre ellas.

Una de las primeras edificaciones en las que se utilizaron vigas de doble T fue la Palm House, construida entre 1844 y 1848 por Turner y Burton. Se trata de un invernadero de estilo victoriano ubicado en el Real Jardín Botánico de Kew, en Londres. Fue la primera gran estructura de hierro fundido erigida en Inglaterra, y está considerada como el mejor ejemplo de la arquitectura de hierro y vidrio de la época. Además desde 2003, el invernadero y el jardín botánico están incluidos en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Pero como exponentes de esta revolución podemos encontrar tres obras significativas del s. XIX. La primera, el desaparecido Palacio de Cristal de Londres, construido en 1851 por Joseph Paxton con motivo de la Exposición Universal celebrada en la ciudad. Esta obra representó un hito al resolver estructuralmente y mediante procesos de prefabricación el armado y desarmado del mismo, y estableció una relación novedosa entre los medios técnicos y los fines expresivos del edificio.

Y en otra Exposición Universal, la de París de 1889 encontramos las otras dos edificaciones. Por un lado la también desaparecida Galería de las Máquinas, Creada por F. Dutert, se trataba de un edificio que descubrió las ventajas plásticas del metal con una estructura ligera que permitió alcanzar grandes luces con una transparencia nunca antes lograda.

Y como no, la Torre Eiffel. Construida como puerta monumental de entrada a la exposición, su principal logro estético fue convertir a la estructura del edificio en la protagonista absoluta de la construcción. Pero además supuso un trabajo titánico ya que exigió la definición de 18.038 piezas metálicas y la realización de 5.300 diseños de taller con sus correspondientes planos, en los que intervinieron 50 ingenieros y 150 operarios. El primer ejemplo claro de la importancia del cálculo y la producción de estructuras que abrió el camino a la arquitectura moderna.